domingo, 30 de enero de 2011

Suavemente Me Mata


No hagas caso cuando oigas que las efe emes musicales de hoy se repiten mucho. No es verdad. Las de hoy y las de hace cuarenta años. Y de eso ha quedado constancia a lo largo de la historia. Ocurre que en la actualidad se han triplicado y la consecuencia es la profusión musical. Te voy a contar el caso más significativo de todos.

Corría el año de Nuestro Señor 1970 cuando el folkie y compositor neoyorquino Don Mclean debuta después de su acreditado estatus como compositor. El primer disco fue un fracaso. Pero no se puede decir lo mismo del segundo, American Pie (1972). El título del disco en cuestión llegó a publicarse en single y aquí es donde se forjó su bendita perdición. Una oda de ocho minutazos. Desde el folk la cancioncita narra una historia simbólica del Rock'n'Roll.

Puntualizando te diré que gira en torno a un acontecimiento musical bautizado según el propio Mclean como "El día que murió la música", es decir, el 3 de febrero de 1959. En esa aciaga fecha un fatídico accidente aéreo se llevó por delante a Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Booper. Viajaban en la misma avioneta camino de una actuación.

El caso es que la canción gustó y mucho. Y las efe emes americanas no paraban de radiarla. Hasta la saciedad. Una y otra vez. Es entonces cuando la ironía entra en juego. De pronto una cantante de soul natural de Nanshville empieza a dejarse oír con un tema llamado Killing Me Softly With His Song (Suavemente me mata con su canción). Era 1973. Cinco semanas número uno y el mayor éxito de su carrera. Curiosamente se extiende la leyenda de que el temita pendenciero era una alusión a lo pesado de Mclean con su American Pie que estaba hasta en la sopa.

Pero seamos honrados y contemos la historia desde el principio. Para ello hemos de trasladarnos a California. Allí encontramos a una cantante de Folk de nombre Lori Lieberman y aficionada a la escritura de poemas. Ésta, inspirada de nuevo por El Pastel Americano, escribió Killing Me Softly With His Blues. A su vez los compositores Charles Fox y Norman Gimbal, que verás en los créditos de la canción, pusieron la música al poema de Lori y ella misma se encargó de grabarlo bajo el título Killing Me Softly. Y así nació la primera versión, la original para entendernos.

Y las cosas que tiene la vida que la grabación de Lieberman hoy sigue eclipsada por la enorme repercusión de la versión de Roberta Flack; luego en 1988 con Al B. Sure y en 1996 con The Fugees, entre otras de menos calado. Presentemos pues nuestros respetos a su autora y suavemente... la recordamos a continuación.


sábado, 29 de enero de 2011

Michelle, Mi Bella




Siempre que traemos algo tan clásico de grupos o solistas a la vez intimamente insertos en la cultura general con una significación más allá del hecho puramente musical la prudencia es obligada por pura tendencia natural. A veces deshacer el mito granjea no pocas animadversiones.

Esta canción, si no de las mejores al menos de las más populosas de la banda de Liverpool fue compuesta por McCartney azuzado por Lennon. Aclaración obligada a continuación.

En una fiesta de estudiantes de arte en la que estaba presente Paul, como en innumerables otras, un estudiante ataviado con una barba de chivo y una camiseta a rayas cantaba -o lo intentaba- en francés. Nuestro beatles de pronto balbuceó unas palabras ininteligibles intentando hacer una grotesca imitación para entretener a los presentes de la fiesta.

Pasados los días Lennon le propuso que añadiera una letra real a la melodía que esbozó en aquella pose festiva. Dicho y hecho. La canción en la versión original que conocemos hoy quedó para la posteridad incluida en el álbum Rubbel Soul (1965) del mítico cuarteto.

Éstos sin embargo parece que no prestaron la necesaria atención a Michelle habida cuenta que la rechazaron como single en el Reino Unido y EE.UU. Aunque sí llegaron a hacerlo en algún país europeo. Fueron no obstante los Overlanders, una banda de folk que refundó su música al pop con la llegada de la era Beatles los que la encumbraron al nº1 por primera vez en una espléndida versión en 1966, además de convertirse en su único éxito.

Sorprendente trastienda. A continuación te dejo la versión original y la realizada por los Overlanders.





domingo, 23 de enero de 2011

Escurridizo Éxito


Hay artistas que por sí solos apenas consiguieron que sus carreras llegaran a destacar salvo en puntuales ocasiones y siempre estuvieron vinculados a sus trabajos compartidos. A veces como músicos de sesión en otras como coristas de solistas o grupos afamados.

Jennifer Warnes es poseedora de una de las mejores voces del panorama pop y country. Quizá sólo comparable a la de Emmylou Harris. Esta cantante, compositora y actriz de Seattle (1947) debutó en el elenco oficial de la obra Hair en su primera representación que fue en Los Angeles allá por 1968.

Llegó a grabar dos discos que apenas si significaron nada. Así que decidió sumarse a los coros del poeta y sin embargo cantante canadiense Leonard Cohen. Llegó a brillar llenando de color las a menudo trágicas y oscuras melodías del atribulado cantante.

Debido a este acicate reinició su carrera en solitario con la Warner Bros. por si esta vez había un mejor destino. Y lo hubo con el éxito Right Time In The Night del álbum Jennifer Warnes en 1977. Se clasificó en listas pop y country.

Pero de nuevo su tendencia volvió a ser contumaz. Sólo dos dúos posteriores consiguieron nuevamente sacar adelante su carrera al margen de su labor coral. Uno con Joe Cocker con el tema central de la película Oficial y Caballero en 1982. El otro cinco años después junto a Bill Medley, miembro de Rightheous Brothers, para la película Dirty Dancing.

Otro tanto ocurrió con Glen Campbell. El guitarrista de Arkansas (1936) se codeó con los mejores como músico de sesión. Elvis Presley, Frank Sinatra, The Moonkeys, Mamas And The Papas o Dean Martin. En 1967 obtuvo un éxito en solitario con el tema By The Time I Get To Phoenix con el que llegó a conseguir un premio Grammy en 1968.

Debido a las buenas amistades que hizo durante esa etapa como músico de estudio su programa televisivo de los años setenta le configuró como una estrella multimedia de la época gracias a los invitados que conseguía reunir en cada emisión.

Campbell ha seguido grabando pero con poca repercusión internacional. Es una de esas leyendas que aún guardan parte del brillo que antaño les adornó.




viernes, 7 de enero de 2011

Los Criticantes De Cine


Que nadie está en posesión de la verdad, que la objetividad es una virtud y que el respeto al de enfrente no sólo es un síntoma de buen civismo, sino, también de tolerancia...

Creo que hasta ahí estamos de acuerdo y en líneas generales se cumplen esas premisas. Ahora bien, y partiendo siempre desde ese concepto, hay un no sé qué, qué sé yo con los críticos de cine -por ahora me referiré a ellos solamente- que si el mundillo del Séptimo Arte dependiera, y ya dudo que no sea así, de las valoraciones de éstos, mal negocio tenemos.

Si no fuera porque uno calza ya alguna experiencia en la vida estaría por pensar que voy contracorriente siquiera ya por cualquier cinta se incluya en el género que se incluya, sino, en los propios géneros también. ¡Es que a mí me gustan justo las pelis que los críticos ponen a caer de un burro!.

Hace unos días pregunté a amigos y conocidos en torno a esta cuestión. Es posible que me estuviera volviendo loco y yo sin enterarme, así que mejor contrastar pareceres. Pues bien, jamás se lo habían planteado. Pero ahora que les sugería la reflexión llegaron a la misma conclusión que yo. Respiré aliviado.

Entiendo que la técnica se ha apoderado de un arte que por sí ya es espectacular sin necesidad de demasiados maquinarios digitales, tres dimensiones y virguerías varias de la modernidad. Que aquellas viejas películas guardan el encanto del equilibrio, obligado por esas mismas razones técnicas, entre guión, filmación e interpretación. Pero de ahí a salvar, y con muchas salvedades, a una de cada cien pelis que se producen en la actualidad me parece un pírrico e insultante porcentaje.

Decididamente debe haber un término medio entre Séptimo Arte, críticos y público. No creo yo que la gente acuda a una sala de cine a sufrir. Los críticos parece ser que sí. Si los que pagamos una entrada consideramos un determinado largometraje espléndido y ese mismo título en consecuencia alcanza su mejor éxito de audiencia y satisfacción... algo bueno tendrá.

Pero que nadie se confunda, que no digo yo que estemos sólo nosotros en posesión de la verdad. No. Digo que la "opinión autorizada" no suele tener en cuenta el gusto general del gran público que con su asistencia ensalza o no una película. Se cierra en torno a unos cánones a veces trasnochados y ataviados de una autoridad crítica tan tecnicista y académica que asusta.

Sinceramente, ¿no has tenido nunca la impresión que la crítica va por un lado y el expectante espectador por otro?. Bueno, ya sé que esto no es nuevo... pero ahora hablamos de crítica y cine. Vuelve en ti.

Falta de imaginación, cine descaradamente comercial, buena técnica disponible pero escasa habilidad al desarrollarla, bodrio, cinta infame, apta sólo para espectadores poco exigentes... Son algunos de los calificativos. Una férrea disección en definitiva y cuando deciden profundizar ya es el 'no va más', que uno, pobre mortal, se siente intimidado: "¿habré visto yo la misma peli que éste o he perdido el juicio?".

Entiendo que es su trabajo pero a veces nos quitan las ganas de ver más cine con tanta crítica destructiva. Sí, justo al revés. Yo os recomiendo que hagáis caso omiso y vayáis sin prejuicios a divertiros porque nada es perfecto. Id a ver una peli, pasar un buen rato con el género cinematográfico que os guste y si sois aventureros descubrid algún otro. Las disecciones para la mesa correspondiente.




jueves, 6 de enero de 2011

Una Historia De Joy Division


Especialmente trágica la historia de esta banda británica de Manchester surgida del punk, o al menos con parte de la fuerza e intensidad desbocada de ese brío musical que consiguió convertirse en tendencia en la segunda mitad de los setenta dominada por la Disco.

Como todas las bandas de aquel entonces aprovecharon fácilmente la posterior incursión en los modos de producción del sintetizador. Ya lo vimos con los australianos The Church. La particularidad del cuarteto Joy Division es que éste describía ambientes agobiantes, pesados y cargantes sin llegar al sonido pseudoindustrial de China Crisis o Talk Talk.

Su vocalista tuvo mucho que ver. Ian Curtis padecía una enfermedad tan imprevisible como destructora, epilepsia. En ocasiones en plena actuación sufrió ataques que terminaban por frustrar y minar la atormentada personalidad de Curtis que vio con el tiempo cómo su vida sentimental caía en picado costándole la ruptura de su matrimonio.

Solamente llegaron a grabar dos discos. Justo los que dio de sí la existencia terrenal de Ian Curtis. Incluso el segundo fue pospuesto varios meses, hasta julio de 1980, a consecuencia del suicidio del atribulado cantante. Closer (1980) estaba repleto de sombríos pasajes en torno a la muerte, temática recurrente, bien auspiciado por siniestros arreglos de teclado y efectos de estudio, aún más que su predecesor Unknown Pleasures (1979).

Como oscuro presagio ya desde sus inicios vía maquetas, conciertos en locales pequeños e intervenciones en emisoras de radio hasta la grabación de su primer álbum el cuarteto había asumido tácitamente que si algún miembro del mismo alguna vez faltaba jamás continuarían con el proyecto. No esperaban seguramente que iba ser tan pronto y tan trágicamente.

El trío restante jamás consiguió zafarse de la densa sombra de Joy Division, incluidas reediciones, recopilatas que llenaron durante décadas el vacío. Pero llegaron a conformar un nuevo y duradero proyecto exitoso basado directamente en la música electrónica aún con ese aire raro y de misterio, New Order.

Cualquiera de los dos discos citados merecen atención pista a pista, pero especialmente destaca el inconmensurable Love Will Tear Us Apart, un single compuesto por Ian Curtis que se publicó un mes antes de su muerte y que consiguió años después ser todo un clásico del post punk.


lunes, 3 de enero de 2011

The Church, El Culto de la Música


En plena fiebre de los ochenta, esa década tan denostada por unos y con la misma fuerza adorada por otros, surgió un cuarteto en Australia que vino a demostrar, como otros, que no todo era sintetizadores y programaciones secuenciadas, y si lo eran existían formas de combinarlos magistralmente y obtener el mismo o más éxito.

Y a veces las palabras sobran si no fuera porque es preciso conformar un contexto para hacerse eso que hemos dado en llamar conocimiento de causa.

Tres chavales en 1980 en su Sydney natal decidieron poner un poco de elegancia guitarrera a la fría fórmula en serie que empezaba a adueñarse del panorama musical mundial. Emergieron con todo el sabor de post-punk de la segunda mitad de los gloriosos setenta.

En aquel tiempo el inicial terceto, posterior cuarteto, hizo suya la idea Beatles de combinar la sugerente simplicidad de la guitarra, el bajo y la batería con hermosas armonías que en el caso de The Church se definió como neopsicodelia, es sólo un nombre como tal limitado.

De pronto la fórmula empezó a funcionar como un movimiento minimalista que fue cogiendo brío en toda Australia. Los ecos llegaron a EE.UU. y allí la todo poderosa Warner Bros. de entonces les quiso producir su álbum mejor en 1986, Starfish.

Una obra maestra que jamás llegaron a superar después. En ella lo dicho, atmósferas elegantes, guitarras precisas y muy timbradas y un halo mistérico que adornó un sonido impecable, agradable y muy seductor. De entre los temas del disco destacó el mágico Under The Milky Way. Si lo escuchas no te desharás de él jamás.