martes, 17 de junio de 2014

El Extinto Gusto Escénico




Ya ha llegado. La polvareda del rastro se va viendo a decenas de metros de distancia. Jalonada por la algarabía informe que va coreando tanto ruido como sequedad en la boca. El tumulto provoca curiosidad. Y los más viejos del lugar, que alguna vez fueron felices en el anonimato, ya no se sorprenden.

La colas dan la vuelta a la manzana, en otro tiempo mordida por la necesidad. Pero ahora bulle nerviosa y engalanada con su mejor cotidianeidad, curiosa por el revuelo.

Por fin las bocanas terminan de engullir el hormigueo incesante apostado a las puertas desde varias horas antes. Parece que merecerá la pena. Si no, para qué tanta expectación. Efectivamente debe merecer la pena. Aunque no se sabe bien de qué se trata.

Al día siguiente los noticieros dan cuenta de primera mano y fila cerca del escenario de lo acontecido. Una joven evoluciona en la tarima de forma procaz, con adornados por explícitos gestos obscenos a los que responde enloquecido el auditorio. Una y otra vez abducidos se repite el revoleo arriba y abajo del escenario.

Parece en ocasiones que quisiera cantar. Se llama Miley Cirus. Una joven yanqui, musa de la chiquillada en otros tiempos, que ahora todos crecidos hacen cosas de adultos. Pero lo curioso es que emite una serie de tonos vocales acompañados de algún ruido. Decididamente faltó a las clases de canto. Creo que también a las de baile.

¿Transgresión?, no. Deformación. ¿Baile Sensual?, no. Pornografía. 

En otra ocasión hablaremos de música en directo y de hábitos de canto más saludables para el oído. Esta vez no ha habido ocasión.



No hay comentarios: