martes, 5 de enero de 2010

Estados de Ánimo, Amaneciendo

En mis largos periplos por la memoria de la música moderna he hallado mil y una sensaciones irrepetibles. Aquellos clásicos vinilos de toda la vida que sin saber por qué de pronto vuelven del más allá, de un injusto descanso de los justos. Porque a pesar de la tira de años que ya visten sus surcos siguen tan enamoradizos como siempre.

Me he entretenido en acomodar mi castigado cuerpo en el sofá más confortable de casa y casi como si el tiempo hubiera retrocedido unos cuantos años atrás, no te diré cuántos porque yo también gasto coquetería, he disfrutado como un niño.

El motivo de mi júbilo las notas suaves, elegantes de un Neil Diamond al que muchos tacharon de ñoño y suavón. Seguramente por envidia porque en los años de este disco que te propongo, primera década de los setenta, estaba hasta en la sopa y con un exitazo casi igualable al de final de la presente que casi acaba.

Es cierto que Diamond nunca inventó nada. De hecho se presentó a mediados de los sesenta como un Elvis más y comenzó la siguiente década ataviado de un halo cuasi místico, muy acústico e introspectivo como era la moda por aquel entonces. Ese tipo de músicos que llenan la escena con sus propuestas a veces pretenciosas pero siempre geniales y correctos.

Este hombre natural de Broocklyn fue un poco más allá imprimiendo cierta originalidad en sus trabajos y sobre todo una calidad vocal basada en la versatilidad de una voz inconfundible y muy bien timbrada repleta de sentimiento.

Su buen amigo Tom Catalano supo captar la profundidad de las reflexiones en forma de canción de un poeta introspectivo con una gran facilidad para construir melodías pegadizas como hermosas baladas, en ocasiones, es cierto, algo recargadas.

Pero ahí está, con un puñado de buenos clásicos como Play Me o el irreductible Song Sung Blue. No te diré más que el greñudo Diamond de antaño que tan mala relación mantuvo con la crítica musical encuentra una tregua en este disco llamado Moods, porque sirvió de punto de inflexión entre el "cariño" mutuo que ambos se profesaban. Este álbum es sin duda uno de los mejores discos de Neil, opinión unánime.

Vámonos a continuación con el tema que cierra el álbum. Una sentida baladita con la cálida voz e interpretación de un pletórico músico en el mejor momento de su carrera, Morningside.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

A Pedro Caquel:
Gracias por descubrirme a Neil Diamond. Presiento que este va ser el comienzo de nuevas sensaciones. Gabriel.

Pedro Casquel dijo...

Así lo espero Gabriel. Irás conociendo si te entregas a ello la calidad de este autor de New York.