jueves, 30 de julio de 2009

Conciertos: Exceso y Defecto


Exceso y defecto. No está reñida una cosa con la otra. Pero sí existe un punto intermedio que les da sentido. Como todo en la vida. Por separado el exceso tiene un aspecto extraño, el defecto no termina de cuajar... El término medio. Ahí está el secreto.

Lo digo porque a lo que llevamos de verano ya han venido algunas grandes estrellas a actuar en nuestro país. Unas han merecido la atención incluso de los telediarios y cabeceras de programas de radio y otros no. Por ejemplo The Eagles, otrora estrellonas indiscutibles o el mismo Leonard Cohen que es otra historia. La visita de ambos ha pasado algo inadvertida.

Pero sí han entrado como elefante en cacharrería las Madonna de turno.Y es que musicalmente hablando lo de Madonna no deja de sorprenderme.

Sí, porque dime tu a mí dónde queda la cantante de discos como "Material Girl" o "True Blue". Tanto baile, tanta puesta en escena desdibuja su voz que por otro lado no está muy allá últimamente. No quiero ser mal pensado pero igual tanto watio luminiscente, coreografía y demás abalorios externos intentan corregir errores mayores...

Al margen del atractivo icónico de este tipo de espectáculos pienso que los directos clásicos de toda la vida han cedido terreno al desenfreno tecnológico intentando emular una semipuesta en escena del vídeo musical que promociona discos. Fuego fatuo en detrimento del artista parapetado en esa infernal parafernalia.

Peligrosa situación para la música. Hordas sobre todo de jóvenes adolescentes dispuestos a deborar una puesta en escena tendenciosamente seductora en la que recordarán más el vestuario que lució el ídolo de turno que la canción en que lo vistió.

La necesidad estética, que por ejemplo en el cine hace que un metraje utilice el primer plano sólo como apoyo a la narración de la secuencia, aquí ha mutado hacia una tiranía estética que reclama necesidad constante de "consumir", segundo a segundo. No hay tiempo, todo rápido. Imágenes que se clavan en la retina, sí, imágenes... Pero, ¿adonde queda la música?.

Pues está en el supermercado del mensaje subliminal, con una turba enloquecida que poco más necesita decididamente entregada al "consumo" del espectáculo que se les ofrece tras andanadas incrustantes de publicidad. No importa cuál sea su valor, el pecuniario y el de la música propiamente dicha... eso sí, cuando ésta está en escena que ya te digo que no es siempre.

Ni punto de comparación con las puestas en escena de magos como los Jethro Tull. Todo lo que allí ocurría siempre al servicio de la música y no al revés. O el maravilloso "The Wall" de Pink Floyd que transformó el escenario a partes iguales imagen y sonido con la misma riqueza interpretativa y necesaria.

Menos mal que éstos antaño y otros hogaño como el caso de Bruce Springsteen que sigue a la suya, aún nos traen recuerdos de aquellos inolvidables Woodstock que dieron el pistoletazo de salida a la cultura del concierto como modo de disfrute multitudinario celebrando la música en vivo de forma inigualable. ¡Qué grande eres Bruce!.



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