Viene a colación de los concursos basados en los reality shows tan de moda en lo que llevamos de siglo. ¿De veras los ganan quienes lo merecen o aquellos que consiguen el dudoso honor de haber conquistado los caprichos vía teléfono o mensaje sms de los espectadores que... juegan a ser Dios?. Me da a mí que lo segundo.
Esa tentación de poder controlar la vida y milagros del prójimo a golpe de capricho nos da una superioridad y autoridad sobre todas las cosas que espanta. ¿Es eso a lo que llaman la erótica del poder?. En cualquier caso da como resultado todo lo contrario de su propósito fundamental seamos sinceros o ingenuos, beneficios pecuniarios de las productoras y cadenas de tv al margen.
Por ejemplo, aquí nace la llamada paradoja del éxito. También caprichoso éste estamos notando cómo de aquellos que ganan el certamen-concurso ninguno llega a buen puerto. Es más, otros siquiera están ya en la profesión. Pongamos por caso a David Bisbal. ¿Ganó Operación Triunfo?, no. Chenoa, más de lo mismo. Y qué me dices de David Bustamente o Manuel Carrasco o Soraya. Ninguno ganó pero triunfó después.
Si es que esto de jugar a ser Dios... O se es Dios o lo prejuicios nos juegan una mala pasada y por un ponme allá esos votos para fulanito y quítame a ese otro que no me gusta como viste, al final nada de nada.
Y el formato, no te creas, siquiera es nuevo pero sí de gran éxito. Sólo hay que poner la vista unas décadas atrás para hallar el famoso "Gente" de la única y grande TVE. Pero eso ya lo dejo para otra ocasión. Que Dios nos encuentre confesados y escuchando a David Bisbal.
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